No sabría por dónde empezar, ya que fue el primer lugar que pisé en India y la razón por la cual me enamoré perdidamente de ese país.
Según mi plan (que jamás cumplí) debía quedarme tres días, siendo al final cinco. Fueron suficientes unas poquitas horas para saber que estaba en un lugar mágico.
Llegué con un ataque de pánico por el impacto que me habían supuesto aquellas dos horas que pasé previamente en Delhi y siendo mi primer viaje sola y más, siendo mujer.
El ruido de la calle, los coches, sentir que estaba en un videojuego continuo, aquella primera mañana me rechinó en mi cerebro ya que venía del silencio más profundo del invierno en Ibiza. No entendía muy bien nada. Eran las diez, acababa de empezar el día y aunque me sentía perdida y todavía sin saber muy bien qué hacía allí, me llevaron a un lugar repleto de gente. Temía por mi estómago, pero aquel señor me dijo que estaba a salvo en aquel lugar.
Entonces pude ver tras aquella montonera de gente, dos señores que no daban a basto, y llenando vasos de barro con algo blanco.
Yo no pregunté, sólo quería probar aquella delicia fermentada y lo que sería mi bebida favorita hasta día de hoy: el Lasi.
Era una especie de yogurt natural, lo servían en un tarro de barro que luego tiraban y se rompía. Luego lo volvían a derretir y creaban nuevos recipientes. Era todo una cadena perfecta que me dejó anonadada, siendo yo además, artesana y artista.
De repente, me encontraba ante algo mágico. Me encantaría acordarme de aquel lugar con exactitud pero no recuerdo dónde era.
Recuerdo que me cambió la cara y empecé a ver la India de otro modo. Cada pequeño detalle, simple detalle, me sorprendía ya que hasta el ser más insensible, se vuelve sensible ante tanta simpleza con arte.
Jaipur, la ciudad rosa, la llaman. Fue un lugar que me hacía sentir en casa, como si perteneciera a él, familiar.
Estaba repleto de pequeñas sorpresas. Lo primero, las vacas y los perros caminando por la calle unido a los elefantes que podías encontrar de vez en cuando.
Pude tomar un chai cada vez que paraba en cualquier lugar (algo que echo de menos cada día de mi vida). Pasé por el templo de los monos, donde descubrí a Ravi, que con aquel perfecto inglés, me explicó cada rincón de aquel lugar y me hizo perder el miedo que le tenía a los monos, a tal punto que pude jugar un rato con ellos que andaban por ahí haciendo travesuras y en total y completa libertad.
Disfruté de las vistas del Badi Chaupar mientras me tomaba un Lasi delicioso de mango (te recuerdo que se convirtió en mi bebida favorita) y pasé por la puerta del museo de arte por la noche, Ashok Nagar, aunque no pude verlo porque estaba cerrado.
Subí al templo del sol a ver amanecer aunque estaba nublado pero disfruté de una maravillosa Pudja y esa misma mañana pasé por el mercadillo de las flores, un lugar que aún me pone los pelos de punta al ver cómo creaban collares de flores naturales a mano y tanto color junto para sus ofrendas. Además también encuentras frutas y verduras del campo y siendo una apasionada de los mercadillos de pueblo, reviví escenas con mi madre y mi abuela enseñándome a diferenciar las frutas y a elegirlas.
El Jawahar Circle Garden donde había alguien cantando en directo en la calle y me dejó maravillada, no podía dejar de mirarle. Traspasé la New Colony en diferentes ocasiones amando esas pinturas tan bonitas que caracterizan a la India y crucé las puertas del fuerte Devisinghpura, un lugar en el que acabé sentada con varios perritos a mi alrededor y dando gracias por tanta belleza delante de mis ojos. Esas esculturas me hacían remontarme en capítulos de historia del arte, cuando esculpían todo a mano. Me quedé maravillada.
Además si te gusta el arte textil o la serigrafía, debes pasar por el museo Anokhi. Y descubrirás la historia de la estimación a mano con imágenes y ejemplos del Block Print, una técnica que me voló la cabeza como apasionada de este mundo.
En Jaipur estás ante la cuna de la estampación y descubrirás telas que jamás encontrarás en otro lugar del mundo. Es un regalo pisar esa tierra tan llena de arte y poder ver de dónde viene la técnica más artesanal. No tengo palabras para describir lo que sentí al ver aquellas telas repletas de colores hechos con pigmentos naturales que nacen de la tierra. Jamás pensé que las especias con las que comemos, podrían ser pigmento.
Además, en la ciudad de Amer, cerca de Jaipur, encontré el Panna Meena ka Kund, un antiguo pozo escalonado, donde respiré paz y me senté nuevamente a observar cada pequeño detalle.
Otro lugar fue el templo de Brahmapuri, donde estuve doble vez, ya que me encantó rodearlo por dentro y necesitaba dibujarlo en mi cuaderno.
En cuanto a comida, descubrí el Chapati con diferentes salsas (algo que comerás seguro porque es para ellos su pan y lo comen a diario con cada comida). Yo siempre pedía sin picante y aunque era complicado que me hicieran caso, acabé adaptándome y, a veces, tenía suerte de comer sin que picase. Amaba todo lo que llevara patata y pude disfrutar de la comida vegetariana. Siempre que veía ‘’Aaloo’’ lo pedía (patata en Hindi).
No puedo dar muchas referencias concretas ya que me iban guiando y comía en lugares de a pie ya que quería estar lo más cerca de su cultura posible siempre y cuando fueran lugares que no me afectasen mucho a mi estómago que tenía su primer contacto en la India. Pero sí quiero hablar de un lugar concreto y es el restaurante The Curry Spoon. Y te diré que sólo por ver aquellas paredes ya merece la pena. Ese restaurante me pareció un museo que le llevó a Janu, el dueño y alguien adorable, dos años para que las dibujaran a mano cada rincón. La estampación del lugar es alucinante, no sólo aquellas paredes y la comida estaba deliciosa.
Y, por último, el lugar donde más me reí fue la terraza del Marigold Inn Homestay, donde disfruté de la compañía de gente maravillosa que me robó el corazón y lugar al que si vuelvo a Jaipur, lo consideraré mi casa e iré a dormir.
Siempre me decían que Jaipur era mágico y ahora entiendo el por qué. No sé explicarlo pero si puedo decirte que debes ir para poder vivirlo y experimentarlo.
Su gente, su riqueza en arte y esa locura con tanto ruido, te aseguro que te llenan el alma y comienzas a comprender la vida de otro modo y más si vienes de un mundo tan distinto como en mi caso, España, Europa.
Ah, ¡que se me olvidaba! Tienes que ir al cine de Jaipur, no te quiero hacer spoiler, solo ve aunque no entiendas nada, te aseguro que es alucinante.
Gracias, Jaipur, por hacerme poner pies a tierra y a sentirme en casa. Y si no me crees, mira mi cara de felicidad y lo comprenderás.